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16/03/2008 · Pregón de la Semana Santa - 2008

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Seguidamente copiamos el texto íntegro del sensacional 'Pregón de Semana Santa -2008', pronunciado por Ángel Mª de Pablos en la ermita de la Vera Cruz de Nava del Rey:

… rezo a la Virgen al pie de la ermita,
beso sus plantas, la dejo mi ofrenda,
me siento romero en la romería,
me siento jilguero en las azoteas,
me siento en la Nava el más navarrés...


El viento solano arrastra la coplilla de norte a sur, de este a oeste de esta llanura casi uniforme, ligeramente ondulada y de horizontes sin límites según la describió  don Esteban García Chico en su documentado libro sobre el “Antiguo Partido Judicial de Nava del Rey”… El viento solano arrastra la copla por esta tierra sagrada de ermitas. La de Nuestra Señora de la Casita, en la ruta de Alejos… la de Casa Carrión, al norte de Villaverde… las ermitas de San Cristóbal y Ecce Homo, ya en las tierras fronteras de Medina… Buscando los perfiles de Nueva Villa, la ermita de Romaguilardos… Y aquí, en la Nava, la ermita de la Vera Cruz y el Humilladero de Nuestra Señora de la Soledad…

Aún podríamos encontrar, en el infinito de nuestra tierra parda, otros ejemplos igualmente hermosos, otros humilladeros de la oración y de la piedad, otros recintos para que, a campo abierto, crezcan las imágenes y las devociones… Y es que, sobre todo en estos días de la Semana Santa, nuestros templos adquieren una especial resonancia. Y también un encendido color, siquiera el de la cera ardiendo en todos los altares y en los monumentos funerarios del Jueves.

Habría que remontarse más de cinco siglos en nuestra historia más remota para entender que la chispa de la Semana de Pasión, el fuego de las procesiones, prende a raíz de la visita a no pocos pueblos castellanos de San Vicente Ferrer, martillo de herejes e impulsor de los desfiles procesionales, apoyándose en la inspiración de cuantos imagineros prestaron su talento a esta empresa religiosa. Fue San Vicente, pues, quien sentó las bases de las antiguas y modernas procesiones como una forma exterior de manifestar la fe que existía en el interior de los corazones.

Y en Nava, como en tantos otros lugares de nuestra geografía religiosa, la mayor actividad en este sentido parte de la Cofradía de la Vera Cruz que ejerce su mecenazgo sobre los pasos penitenciales, sobre retablos relativos a la Pasión de Cristo y, también, sobre los dos edificios ya mencionados, ermita y humilladero, ambos de mediados del siglo XVII.

El piadoso aliento de Nava del Rey se incentiva con la influencia de ciertos ejemplos, algunos más lejanos como el de la capital, Valladolid… Otros más próximos, como el de Medina del Campo. Y el elenco de las cofradías históricas va creciendo: el Ecce Homo, la Bendita Columna y la Misericordia que, incluso, se adelantará a su tiempo con la representación teatralizada de la Pasión…

Si a todas ellas unimos el fervor que, por los actos pasionistas, siente la Venerable Orden Tercera de San Francisco, habremos cerrado el círculo de una realidad que, año tras año, va calando en el espíritu de un pueblo como el vuestro, profundamente devoto de sus tradiciones entre las que, por supuesto, se cuenta de manera singular con la tradición de la Semana Santa…. Una Semana Santa que se mira en el espejo de la de Valladolid, tanto en el diseño de los pasos, como en el sentido de las tallas o como en la disposición de las procesiones…

Los años previos a nuestra Guerra Civil, años laicos y revueltos, propician la desaparición de las cofradías más emblemáticas y los pasos procesionales quedaron en el olvido. A un milagro santo cabe achacar que no se perdieran obras de arte de tanto valor sentimental y artístico. Sobre todo, durante la época de la guerra y a lo largo de las muchas estrecheces que impuso la posguerra.

Es en la segunda mitad del siglo XX, concretamente en el año 1956, cuando la Semana Santa cobra un nuevo impulso con la aparición de modernas cofradías que toman la responsabilidad de recuperar las figuras de las penitenciales más históricas, que las hacen suyas y sientan las bases de la actual Semana de Pasión. Es en 1956 la fecha en la que se fundan las Cofradías del Santo Sepulcro y de Jesús Nazareno, ésta última aprovechando la antigua imagen titular de la Vera Cruz.

Poco después, en 1958, se funda la Cofradía de la Oración del Huerto que toma como paso representativo a Jesús y el Ángel en el huerto de los Olivos, tallas ambas que en su día pertenecieron también a la Vera Cruz y que hoy se encuentran restauradas para disimular el paso implacable del tiempo, en especial el ángel que, en el año 2000, encontró en Pilar Pablo Casas las manos celestiales capaces de devolverle su primitivo esplendor… La Oración del Huerto cumple, pues, 50 años y nuestro deseo es que cumpla 50 más y otros 50 repetidos hasta el infinito para que por los siglos de los siglos mantenga su benéfica labor…

Se han perfilado las señas de identidad que caracterizan a la Semana Santa de Nava del Rey y merece la pena destacar cómo, en función siempre de las limitaciones que impone la demografía, se mantienen activas siete cofradías que acuden, puntuales, a la cita anual de esta semana inusitada junto a diez pasos espléndidos de belleza y forma, de una belleza singular que levanta la admiración de cuantos los contemplamos atónitos…  

Todas ellas, cofradías y figuras, conforman el programa de la Semana Santa que Nava del Rey vivirá en este año del Señor de 2008, partiendo de los triduos penitenciales que se han dado por concluidos hoy, en esta misma ermita, hace apenas unos minutos… Una Semana Santa que arranca el domingo con la procesión de los Ramos y esa santa alegría de la entrada del Señor en nuestros corazones como prólogo a la tristeza y el dolor de las jornadas siguientes. Una procesión, la de la borriquilla, que es la procesión de los niños, la de su bendita inocencia… Todos, con ellos, entonaremos el estribillo…

Hoy es domingo, domingo
(el viento lo va cantando
en el sol de la mañana)
hoy es Domingo de Ramos.

Por el Cubo de las Monjas,
Camino del Río abajo,
en busca de la parroquia
la procesión se estremece
y florecen en los campos
nuevas amapolas rojas…

La gente estrena el milagro
de un alma color de rosa,
la primavera un sol ancho
y una ilusión las muchachas
que se ponen hoy de largo.
Hoy es domingo, domingo,
hoy es Domingo de Ramos…

Allá va la borriquilla,
por la Plaza, y a su paso
en el aire tintinea
la voz de los campanarios.
Nava del Rey, todo el pueblo
florece luego en los ramos
y en las palmas de los niños,
palmas rubias, bosque andando,
río de espuma amarilla,
niños vestidos de blanco,
colegiales de uniforme
con el “hosanna” en los labios.

El azul de la mañana
lo va al viento pregonando:
hoy es domingo, domingo,
hoy es Domingo de R amos.
Jerusalén, aquel día,
sería un pañuelo blanco…


Hasta el Miércoles, la calle no vuelve a hacerse templo. Será el miércoles, cuando la noche se vence sobre las casas y tejados y Jesús, llamado el Cristo, ha orado en el Huerto de los Olivos mientras los apóstoles, todos nosotros, dormimos el sueño de la complacencia.

Un ángel con túnica de color ocre decorada con motivos florales, abierta en las rodillas y con las mangas recogidas por encima de los codos y vistiendo un jubón rojizo amarrado a su cintura, le ofrece al Señor el cáliz de su pasión… Cristo pide al Padre que pase, si es posible, ese cáliz pero que no se haga sino su Voluntad… Las turbas detienen el Cordero y le presentan ante el Gobernador que lo manda flagelar. Luego, la burla se extiende a la coronación de espinas, al manto raído por el dolor y al cetro de caña con que le proclaman rey… Ecce Homo, diría Poncio Pilatos… Este es el Hombre, indicaría. Y todo Nava del Rey pediría a gritos. ¡Libérale!... ¡Libérale!...  

Qué sufrimiento es el tuyo
Redentor y Padre nuestro…
Qué suplicio es tu suplicio…
Qué calvario tan intenso…
Santo Cristo de la Caña
que elevas preces al cielo,
vuelve a nosotros tus ojos,
acógenos en tu Reino,
perdona nuestras ofensas
que soportas en silencio
y muéstranos el camino
libre de resentimientos
para perdonar ultrajes,
para disculpar desprecios,
para olvidar rencores,
para soportar procesos…

Líbranos de todo mal
Cristo de la dulce caña…
No permitas que caigamos
en el pecado y el yerro
para ser, en tu corona,
una aguda espina menos
a lacerarte la frente,
a ensangrentarte el cabello…
Qué pena será tu pena…
Qué profundo tu tormento…
Qué paz tan grande la tuya…
En el dolor, qué sosiego…


Jesús, el Cristo, condenado a muerte, camina desde la calle Bautista y Manuel Salvador Carmona, por la Plaza Nueva y la calle Empedrada hasta la Plaza Mayor… Todo el recorrido es una nueva calle de la Amargura por donde el Redentor arrastra el peso de nuestra indiferencia más que el peso de la cruz… Y allí, de pronto, se encuentra con su Madre y sufre más por ella que por él mismo… Madre e Hijo cara a cara… Dolor frente a dolor… Divinidad contra resignación… Es un momento eléctrico, impresionante…

El camino del Calvario
esta noche se hace calle…
Plaza de Nava del Rey,
que en ella van a encontrarse
el Hijo, que lleva a cuestas
lacerándole la carne
el madero del castigo
y en su amargura, la Madre,

Virgen de la Soledad
supremo dolor: imagen
que hace brotar a su paso
escondidos manantiales,
llanto de tantas mujeres
que por ser como Tu, madres,
de tu tristeza infinita,
de tu inmensa pena saben…
“No lloréis por Mi, llorad
por vosotras”… Se deshace
en lágrimas el momento.
Susurro su voz, añade:
…”y llorad por vuestros hijos”…
En el milagro del aire
(alas de luz) las palabras
del Hijo son su mensaje.
Consumado está el Encuentro.
El ágora se ha hecho calle
de la Amargura… Jesús
con la Cruz sigue adelante
y la Virgen Dolorosa
se queda en sus soledades
mientras, en la plaza, el pueblo
canta a coro “Dios te salve”…
y otro coro que se apaga
en todas las bocacalles,
alejándose, responde
en un clamor: “Reina y Madre”…


El Monte Calvario aún está lejos. Jesús lleva sobre los hombros la Cruz y, en su caminar titubeante, es más Nazareno que nunca. El madero y el Señor, la mirada que parece perdida pero que siempre nos encuentra y, a su paso, una petición…

No me mires, Señor, de esa manera
ni me hables en idioma semejante
ni me extiendas esa mano suplicante
ni me digas que en invierno es primavera.
No me mires, Señor, que mi ceguera
no me permite verme en tu semblante
ni aceptarte esa mano vacilante
ni notar el calor que da tu hoguera.
Mas no apartes de mi, Señor, tus ojos
que en tus ojos hallaré la luz
y, en la luz, cumpliré mi jubileo…

Sanada mi ceguera en tus despojos,
cargaré con el peso de tu Cruz
y, en mi senda, seré tu Cirineo…


Y detrás, con el llanto siempre en la flor de sus mejillas, sufriendo el sufrimiento de su hijo, acompañándole de lejos pero tan cerca, sigue la Madre, la Virgen que en su Soledad se siente acompañada por los navarreses.

Quiero llenar tu Soledad de amor
porque llenes de luz mis soledades...
porque cubras de fe mis impiedades,
purgo mi soledad en tu dolor...
Quiero aliviar tu pena en el calor
de mi sed infinita de bondades
porque tu inmensa sed de eternidades
alivie la ansiedad de mi rigor...
Quisiera ser, Señora, compañía
en esa Soledad de tu amargura...
Quisiera ser, Señora, día a día,
el sostén de tu triste desventura
porque nunca le falte a tu agonía
el beso de mi voz hecho ternura...


El paisaje se funde con el horizonte…  Tierras rubias de cereal, cepas verdes de uva brava… Caudales de tantos arroyos que fluyen tímidos en invierno para secarse en verano… Caudales del Zapardiel y el Trabancos, crecidos de tanta lágrima como los días lloran ante el sacrificio de una víctima inocente… Se va a cumplir la sentencia y el reo ya está dispuesto para la ejecución. Día del Amor Fraterno, Jueves Santo, pregones a caballo que convocan a la muchedumbre, como se anunciaba antaño, al espectáculo de la muerte…

Verdugos de frentes rojas,
timbaleros a caballo,
por rincones lo pregonan,
por esquinas lo proclaman:

Háganse templo la ciudad y el alma,
Gólgota cada vida en el dolor
y rómpase en su tallo hasta la palma
que en el domingo saludó al Señor.
Muere el Hijo de Dios y su agonía
–clavado por nosotros en la Cruz-
se hace suspiro, verbo y profecía,
divina voz que se nos vuelve luz.

Habla Jesús que muere y, a su acento,
hágase todo pura eternidad,
amor el odio, golondrina el viento
y sus siete palabras escuchad…
suspensa el alma, inmóvil el momento,
en templo convertida la ciudad.
Nava del Rey, un cadalso,
se hace también oración…
Al redoble de tambores,
se hacen las penas pregón.


Día del Amor Fraterno, Jueves Santo… Si de nuevo el Gobernador romano nos pidiera elegir entre un delincuente cualquiera y Jesús, el Redentor ¿continuaríamos respondiendo lo mismo?... Seguiríamos pidiendo a gritos ¡Crucifícale!... ¡Crucifícale!...

Tras el recorrido matinal del pregón a caballo, la tarde se mete en oración. A las seis, en la parroquia de los Santos Juanes, la Cena del Señor, aquella en la que Cristo muestra su cuerpo en el pan, aquellas en la que Jesús muestra su sangre en el vino… Esta es villa que sabe de uvas y sabe de vinos fuertes y generosos. Esta es la villa que sabe cómo el vino rancio de la pasión hay que beberlo despacio, a pequeños sorbos, para digerirlo mejor…

La Cena del Señor a cuyos postres todo un Dios, con ser quien era, se humilló para lavar los pies a sus discípulos que, aún siéndolo, eran hombres, tan solo hombres hechos de carne mortal…

Comed que ésta es mi carne;
bebed, que mi sangre es ésta”…
Y la gente, entre la que hay
tantos Judas, siente cerca
(alivio, soplo, caricia)
la divina trascendencia
de aquel momento en que alzando
sobre la humana miseria
Jesús la Sagrada Forma
y el cáliz en él y en ella,
para siempre y por los siglos
de los siglos, en su mesa
la carne hecha pan, la sangre
hecha vino se nos diera…


Y, ya en la anochecida, la Hora Santa que es hora de devoción íntima, de oración interna, de palabra que sale desde dentro y que dentro se nos queda, de ojos que miran al cielo para que el cielo responda, de miradas suplicantes que ruegan unas migajas de la misericordia divina…

Hora Santa que abre los corazones al dolor inmenso del Viernes, también Santo como Santo es el Vía Crucis que casi al alba, primeras horas de la mañana, recorre las calles y llama a las gentes y riega los campos de salmos y salmodias, de rezos y nostalgias, de piedad y penitencia…

Vía Crucis previo al Lavatorio y a la Crucifixión de las once y media. El Señor colgando del madero, el cuerpo exhalando su agonía y el espíritu flotando en todos los corazones…

Tenía sed y estaba en el desierto…
Una sed infinita de ternura
que en espejismo se trocó y locura
para soñar en cada estrella un puerto.
Tenía sed y el corazón abierto
como un labio sediento de frescura…
Y me fijé, Jesús, en la dulzura
honda y serena de tu rostro yerto.
Tenía sed y, al presentirte muerto,
vi que se hacía fuente tu escultura
para darme a beber el agua pura
del pozo milagroso de tu huerto…
¡Cristo de la Agonía!... oasis cierto
en el inmenso erial de mi amargura
.

En la recta final del Viernes, cuando las sombras de la noche han avanzado definitivamente y los rincones se han oscurecido y el firmamento es un manto de luto y de dolor… Cuando las tinieblas invitan al silencio y el silencio ayuda al recogimiento y el recogimiento a la meditación, se pone en marcha la Procesión General de la Pasión que pasea por las calles y las plazas de la villa los misterios de una Semana única, desde la Oración del Huerto hasta la Virgen de la Soledad a la que se canta una emotiva Salve en la Plaza Mayor como eje mismo de la procesión, como reconocimiento de una maternidad lacerada por el dolor y antes de que las cofradías desfilen, en silencio, recogimiento y meditación, hasta sus respectivos templos…

Cofradías y pasos y, entre ellos, una imagen que no había desfilado antes: Nuestro Señor atado a la columna…

Esa espalda templada en el flagelo,
ese cuerpo doblado por la pena,
esa mirada de comprensión llena,
ese dolor que no tiene consuelo…
Esas manos sujetas con el celo
de quien hace cumplir una condena,
ese sudor que empapa la melena
de un cabello abatido en pleno vuelo…
Quisiera ser, Dios mío, en tal tortura,
el bálsamo que alivie tus heridas,
el descanso que aplaque tu suplicio,
el brazo que sujete tu cintura,
la columna que evite tus caídas
y soporte la carga de tu juicio…


Antes de la Procesión General, los Santos Juanes se visten de luto para asistir a la intensa ceremonia de la muerte del Señor y, posteriormente, al instante emotivo y único del Descendimiento de un Cristo que ya nos ha redimido. Un Cristo muerto que se convierte en el Cristo Yacente del Santo Sepulcro…

El cuerpo está aún caliente,
los labios a medio abrir,
a medio cerrar los ojos,
todo el pecho de marfil
y en la llaga del costado
un manantial carmesí…
Como recién descendido
o acabado de esculpir,
como un árbol cincelado
con aromas de jazmín,
el Santo Cristo Yacente
acostado de perfil
descansa en los Santos Juanes,
blanco sueño de alhelí,
velado por sus cofrades
bajo la luz de un candil.
Al frente vuela un querube,
le acompaña un serafín
y sólo suena el redoble
desigual del tamboril…
Jesús marcha a su sepulcro
en andas de un palanquín
y le lloran los luceros
y le llora el añafil
y, en el alar de un tejado,
también llora un colibrí…
Jesús marcha a su sepulcro,
se queda en su camarín
y allí estará doce meses
hasta que vuelva a morir…
Se han apagado los cirios,
la noche se ha vuelto gris,
las azucenas se han muerto,
se ha secado la raíz
del espino que dio espinas
al azotar su cerviz
y en la huerta de la iglesia
floreció el toronjil…


Tras la Vigilia Pascual del sábado, la Semana Santa concluye con el encuentro de Cristo Resucitado con Nuestra Señora la Virgen de la Alegria. Es un día diferente y las campanas repican para acentuar el momento. La Virgen sale de la Parroquia…

El Cristo Resucitado lo hace de su ermita de la Vera Cruz… Una y otro, Madre e Hijo, cruzan toda la Nava por sus callejas vestidas con un vestido de fiesta. Y la Señora, que aún no sabe el misterio, que aún no conoce el milagro, sospecha pero no entiende el motivo…

La Virgen no entiende bien
su alegría,
aunque la Virgen sospecha
en medio de tanta herida
que hay razón
para alegrarse este día
tras de tanto sufrimiento,
después de tanta agonía...
La Madre no entiende bien
la alegría
del repique de campanas,
de la española mantilla
que lucen las navarresas,
de la Pascua florecida,
de las flores
que crecen por las esquinas...
Aunque la Madre supone
y suspira,
en su corazón desea,
encendida,
que haya un motivo divino,
que haya una causa prevista
para excusar el contento
y la dicha
que brota en todas las calles,
que crece de orilla a orilla
entre todos los rincones
de la Villa...
¿Acaso será quizás?...
¿Cabe tanta maravilla?...
¿Puede que sea verdad?...
y María
siente que el corazón late
y palpita
en su pecho,
tremolina
a extraña velocidad...

Ya ha pasado el mediodía
y en esas está la Madre
todavía
cuando, al doblar el recodo
que desde Evangelista
nos conduce hasta la Plaza,
más hermosa y más bonita
de lo que jamás estuvo,
la semilla
de su duda se despeja
y es que, ocasión bendita,
se da de frente con Cristo
y la vista
se solaza en el momento...
Y, en el alma estremecida,
crece el grano del contento
como crece la semilla
en las tierras y en los campos
y en la espiga...
Como crece en cada labio
la sonrisa...
La Virgen tiene otro rostro,
su mirada está encendida
por una luz más serena
y es que en su mirada brilla
el faro de la esperanza
y la vida...
¡Jesús ha resucitado!
y, con él, la profecía
se ha cumplido...
Y así vuelve la armonía
de una vida tras la muerte,
de un aliento en la agonía,
de un Reino que nos espera,
de una dulzura en la brisa,
de una calma en la tormenta,
de armonía...
La Virgen ha comprendido
la razón de su alegría,
del repique de campanas,
melodía
que repite en cada vuelo,

sorprendida,
la palabra del Profeta
que en los libros quedó escrita.
La Madre ya entiende bien
su alegría...
Nava del Rey la comparte
en su dulce lozanía
y la Coral, nota a nota,
en un día sin aristas,
la convierte en oración...
Maravilla
que sólo puede sentirse
bajo el cielo de Castilla...


Semana Santa… Siete días en los que miramos a la historia para adivinar el futuro… Semana Santa que no solo nos habla de la pasión y muerte de Jesús, hijo de José y de María pero, sobre todo, hijo de Dios…

También nos habla de lo que somos, de lo que seremos y de aquello en lo que nos convertiremos… Semana Santa, siete días para la oración pero, también y además, siete días para la meditación y para el sentimiento.

Que esta Semana vuestra serían siete días vacíos sin la emoción que derrocháis a raudales en cada una de las celebraciones que yo, con humildad, con respeto y con cariño os acabo de pregonar… No sería nada vuestra Semana de Pasión sin la sensibilidad que causa en vuestro ánimo el programa espiritual de una muerte anunciada para nuestra vida, para la vida de todos, los que creemos y los que no creen…

Por eso, yo os pido, desde la misma humildad y poniendo por bandera el mismo respeto que me reclama el cariño que siento por esta tierra que es la vuestra, que nunca faltéis a las celebraciones de esta Semana que es Santa porque vosotros la vivís con santidad… Que hagáis de cada día del año, un Domingo de Ramos agitando las palmas en vuestros corazones…

Que hagáis de cada día del año, igualmente, un Domingo de Resurrección, un homenaje a la alegría de Nuestra Señora que deja de ser Dolorosa para sentirse complacida por el sacrificio del Hijo y por los bienes que ese Hijo con mayúsculas derramó en beneficio de todos nosotros, sus otros hijos que nacemos envueltos en su manto y que aspiramos a morir bajo el amor de su mirada y el bálsamo de su bendición…

Haciendo mío el lema de la Tertulia Cofrade de Valladolid, donde recientemente prenuncié otro pregón procesional, yo os pido que no olvidéis la Semana Santa durante el resto de los meses, que la viváis con intensidad a lo largo del año para que, viviéndola, sepáis mejorarla si es que mejorarla sea posible…

Ese ha de ser vuestro orgullo de ciudadanos de la Nava. El orgullo de respetar y mantener sus tradiciones más ancestrales y creedme que no hay tradición más ancestral que ésta de la Semana Santa.

Vosotros podéis presumir de tener y potenciar una de las Semanas Santas más antiguas de España, tradición que emana, como os dije al principio, de las prédicas de San Vicente Ferrer pero que mantiene, a lo largo de los siglos, vuestra condición de castellanos viejos y de viejos cristianos. Presumir de ella y potenciarla para que cada año se convierta en el más fiel exponente de vuestro carácter y de vuestras condiciones…

Desde la sana envidia que a las personas de bien nos provoca el recto caminar de aquellos a quien admiramos, yo os invito a no perder nunca, jamás, por los siglos de los siglos, el valor de los desfiles procesionales. Y desde ese respeto y desde ese cariño que os he profesado siempre, repetiros los mismos versos con los que inicié mi intervención. Esos versos que el viento solano arrastra de norte a sur, de este a oeste de esta llanura casi uniforme, ligeramente ondulada y de horizontes sin límites… Esa coplilla que el viento solano arrastra por esta tierra sagrada de ermitas…

… rezo a la Virgen al pié de la ermita,
beso sus plantas, la dejo mi ofrenda,
me siento romero en la romería,
me siento jilguero en las azoteas,
me siento en la Nava el más navarrés...


Ángel Mª de Pablos.
Ermita de la Vera Cruz, Nava del Rey.
14 de marzo de 2008.

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